El impacto del cambio climático en Chile
Hacia 2050 no sólo viviremos en un paÃs más caluroso, menos lluvioso, más propenso a tormentas y con más dÃas nublados. Una serie de paisajes se modificarán debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas, trasladando cultivos desde la zona central hacia el sur y disminuyendo la cobertura de nuestros bosques. Son las conclusiones de nuevos estudios que, más allá de los evidentes cambios, resultan fundamentales para diseñar estrategias que mitiguen los efectos del calentamiento global en Chile.
por Ricardo Acevedo - 22/06/2013 - 03:14
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En los Valles de Leyda y Casablanca, en la zona central, son los trabajadores que siembran y cosechan la tierra quienes más saben de cambio climático. No necesitaron conocer los reportes de Naciones Unidas ni escarbar en complicados estudios cientÃficos para saber que el clima está cambiando de forma acelerada en unas pocas décadas. Allà no hay escépticos, tampoco ecologistas ni defensores de causas perdidas, sólo gente que ha vivido toda una vida ligada al campo. Si una planta no crece, si llueve menos, si las temperaturas son más altas o más frÃas, son ellos a quienes hay que preguntar. "Antes el agua de los pozos la encontrábamos cerquita, a unos ocho metros ya encontraba agua usted. Hoy tiene que hacer pozos mucho más grandes, a veces de hasta 80 metros para poder encontrar algo". No es raro hallar testimonios similares en los campos de Chile. Y la evidencia cientÃfica más reciente respalda estos relatos de primera mano, al punto que pocos dudan a estas alturas de que hemos comenzado a vivir los efectos del calentamiento global y que la actividad del hombre está detrás del fenómeno.
Este año, por primera vez, la presencia de Co2 en la atmósfera superó la marca de las 400 partes por millón, duplicando en un lapso de poco más de cien años los niveles que existÃan antes de la era industrial. Ningún ciclo natural es capaz de causar este efecto en tan corto perÃodo, como demuestra el hecho de que durante toda la civilización humana los niveles de dióxido de carbono se mantuvieron entre las 180 y 280 partes por millón. Lo que, según estudios de la Nasa y los paneles de expertos de la ONU, ha causado que en las últimas tres décadas la temperatura del planeta haya subido en un grado Celsius como promedio.
En Chile, el océano PacÃfico tiene un efecto moderador del impacto que a nivel global causa el alza de temperatura, pero nuevos estudios revelan que aun asà el paÃs registrará cambios significativos en el clima.
Una investigación encargada por el Ministerio del Medio Ambiente al Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Universidad de Chile analizó los escenarios climáticos hacia 2030 y 2050. ¿Sus conclusiones? De no aplicarse medidas de mitigación, no sólo viviremos en un paÃs más cálido, menos lluvioso, más propenso a tormentas y con dÃas más nublados, sino que muchos paisajes se modificarán debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas. Los posibles efectos incluyen el traslado de los cultivos tradicionales de la zona central hacia el sur y la disminución de la cobertura del bosque nativo.
Claro, el informe de la U. de Chile no plantea un destino ineludible. Pero si todo se mantiene tal cual es muy posible que, asà como hoy en el campo los más viejos se admiran por "lo mucho que ha cambiado el clima", nosotros tendremos que contar a nuestros nietos cómo era el paisaje chileno cuando el milenio recién comenzaba.
CLIMA MAS CALIDO
El aumento de temperatura afectará a todo el territorio. Pero si usted vive en las ciudades del interior, su percepción del cambio será mucho mayor. La cercanÃa del océano mitiga el impacto, porque la nubosidad y brisa marina que ingresan al continente mantienen los niveles de humedad, a lo que se suma el efecto de fenómenos como La Niña, que enfrÃan la superficie del mar disminuyendo las temperaturas. Por eso se estima un aumento promedio de 1,5 grados para la costa, cifra que irá creciendo a medida que se avanza hacia el interior: sobre los dos mil metros de altura, el alza podrÃa llegar a superar los tres grados centÃgrados.
Si es un santiaguino acostumbrado a noches de verano más frescas, que lo alivian del calor del dÃa, hacia 2030 lo más probable es que deba considerar sà o sà un sistema de aire acondicionado si quiere dormir bien. Porque en verano la capital registrará un aumento en sus temperaturas mÃnimas y máximas. Se proyecta, por ejemplo, un alza de 1,6 grados en la máxima promedio, pasando de 30,5° de ahora a 32,1° durante los eneros de los próximos 17 años. Y olvÃdese del frÃo intenso en julio: la temperatura mÃnima promedio se elevará 2,1 grados (de los 4,2 grados actuales a 6,3 grados).
Hacia mediados de siglo, una de las ciudades más cálidas del paÃs será Los Andes, con máximas promedio en verano de 33,3 grados, es decir, 2,4 grados más que ahora.
Las regiones que hoy son más frÃas experimentarán el mismo fenómeno. Concepción, por ejemplo. Si la temperatura mÃnima en pleno invierno alcanza un promedio de 3,5 grados, hacia 2030 llegará a 4,4 grados, prácticamente un grado más en tan sólo 17 años. Para 2050, las temperaturas mÃnimas serán todavÃa más elevadas, llegando a los 4,9 grados en esa ciudad. Igual situación para el norte. Calama, enclavada en pleno desierto, con temperaturas máximas que subirán 1,9 grados en el verano respecto de las actuales. Sin embargo, habrá otro cambio aún más notorio en esta zona: las temperaturas mÃnimas extremas que suelen caracterizar el clima del desierto también aumentarán. Para mediados de siglo, el alza será de 2,5 grados, pasando de 1,3 grados a 3,8 grados la mÃnima promedio en invierno.
Para el doctor Fernando Santibáñez, responsable cientÃfico del estudio, los alcances de este aumento de temperatura son significativos, afectando las precipitaciones, la nubosidad y, en especial, al paisaje. No sólo tendremos que acostumbrarnos a más dÃas nublados debido al contraste con el océano: el clima cálido aumenta la diferencia de temperatura entre el mar y la tierra firme, contraste que moviliza más aire desde la costa hacia el continente. También habrá que sumar que, mientras disminuyen las lluvias, aumentarán eventos extremos, como tormentas eléctricas y granizadas, algo similar a lo que ocurre en el trópico, pero con episodios súbitos que podrÃan desencadenarse en verano o invierno.
MENOS LLUVIAS
Es en este contexto que uno de los principales desafÃos será enfrentar las consecuencias de la disminución de precipitaciones. Datos de la Dirección Meteorológica de Chile señalan que, en promedio, actualmente se registran 10 dÃas menos de lluvia que hace 100 años. Y esta tendencia se acentuará. Dentro de 17 años, la capital registrará 46 mm menos de agua caÃda y para 2050 serán 64 mm menos. Más al norte, el escenario es peor: en Ovalle, por ejemplo, la disminución de las precipitaciones significará casi 20 mm menos de agua caÃda en 2030 y casi 30 mm menos en 2050. Otra zona igualmente agrÃcola es la de Curicó. Y ahà el tema es más marcado. En 2030 se registrarán 131 mm menos de lluvia y a mediados de siglo, la baja será de casi 180 mm.
En efecto, el estudio de la Universidad de Chile proyecta que el fenómeno se está acelerando. Uno de los ejemplos más claros en este sentido es Valdivia. Un estudio dado a conocer en 2007 por la Universidad Austral, que analizó información de estaciones meteorológicas entre Concepción y Aysén, documentó una disminución de 540 milÃmetros durante los últimos 71 años en la Región de Los RÃos. Pero el análisis de la U. de Chile muestra que bastarán 17 años para que esta zona registre casi 250 mm menos.
No es todo. En la zona centro sur también se presentará otro fenómeno: lloverá más intensamente en cortos perÃodos de tiempo, lo que impide la infiltración de agua hacia las napas subterráneas, al escurrir más rápido en la superficie. En términos simples, el agua no se alcanza a absorber (ni a acumular en el subsuelo), por lo que degrada los suelos y eleva el riesgo de desastres naturales, como avalanchas y deslizamientos de tierra. Todo esto no sólo afecta la disponibilidad de agua para la agricultura, también influye en la disminución de ecosistemas sensibles como el bosque nativo, desplazando hacia el sur climas que hoy caracterizan al Norte Chico y la zona centro sur.
Sólo en Arica y Calama se registrará un leve aumento de precipitaciones. En la capital de la XV Región, el agua caÃda pasará de 2 mm a 2,1 mm, mientras que en la ciudad minera subirá de 20,5 a 24,1. Un fenómeno que ya fue advertido en el estudio "Variabilidad climática en el territorio chileno en el siglo XXI", realizado por el Departamento de GeofÃsica y Matemáticas de la U. de Chile, donde se explica que en el Norte Grande y especialmente en el altiplano, habrá un aumento de lluvias en primavera y verano, reforzadas por el invierno boliviano.
EL DESIERTO AVANZA
En este nuevo escenario climático los bordes del desierto se extenderán un promedio de 50 kilómetros, lo que prácticamente "empujará" hacia el sur climas que hoy son propios de la zona central. "Estos cambios se manifestarán principalmente hasta el sur de la AraucanÃa", explica Santibáñez.
La Cuarta Región, por ejemplo, con su clima árido, de vegetación arbustiva, pero de excelencia para cultivos como las viñas, comenzará a mostrar un paisaje cada vez más parecido al desierto, donde será imposible sostener la agricultura tradicional. Santiago, en tanto, transitará de un clima semiárido a uno árido, exhibiendo un paisaje mucho más cercano al que conocemos hoy en la IV Región. En la precordillera usted encontrará menos bosques y más matorral de tipo espinoso, como el que aprecia hoy cuando viaja por carretera al Norte Chico.
"Los abuelos de mediados de este siglo van a poder reconocer este cambio en el paisaje", dice Leonel Sierralta, jefe de la División de Recursos Naturales del Ministerio del Medio Ambiente, quien explica que los lÃmites agrÃcolas en el Chile más cálido se modificarán, de manera que habrá cultivos de la zona central que sólo se podrán hacer más al sur. Y los cambios ya se están apreciando. Un ejemplo es lo que sucede con frutos como el kiwi y que complica los procesos de exportación: están madurando antes de llegar a otros paÃses. "Es muy probable que todo lo que se produce hoy hasta Talca llegue a tener mejores condiciones para ser cultivado en regiones como el BiobÃo y la AraucanÃa", explica Fernando Santibáñez.
EL NUEVO MAPA DEL VINO
Uno de los cultivos más importantes que se desplazarán es el vitivinÃcola. ¿Se imagina comprando un vino que fue producido en Valdivia? Esto podrÃa ser realidad hacia 2050. Un estudio dado a conocer a fines de marzo por la Universidad Austral y el Instituto de EcologÃa y Biodiversidad (IEB) explica que se perderá gran parte de la actual zona apta para viñas, pero que se abrirán nuevas áreas en lugares hasta ahora inusuales, como Talca y Valdivia.
En Chile, el área de producción de vino actualmente se extiende entre la IV Región y el BiobÃo, pero el aumento de temperatura y la menor disponibilidad de agua ya empiezan a notarse: el 95% de las viñas tiene problemas de suministro de agua, según el estudio. De hecho, se estima que en las actuales regiones de clima mediterráneo, como Maipo, Cachapoal y Colchagua, donde se cultivan variedades premium, la zona apta para vinicultura disminuirá en 25%.
Claro que no todo está perdido para la zona central. Una de las conclusiones del estudio es que se podrá recurrir a nuevas cepas que ofrezcan sabores similares, pero que se adapten mejor al nuevo clima. Y, según los autores del estudio del Ministerio del Medio Ambiente, la zona podrÃa renovar su agricultura, optando por cultivos tropicales (cereales, cÃtricos, paltas y chirimoyas) beneficiados con la disminución de heladas y el aumento de temperatura.
BOSQUES QUE SE DESPLAZAN
Especies como el quillay, el boldo y el litre, el peumo y el maitén, que para todos son familiares en la zona central, podrÃan prácticamente desaparecer de los ecosistemas. Una posibilidad es que persistan sólo en áreas mucho más reducidas, como aquellas que mantendrán humedad en quebradas y en zonas costeras. Estos árboles forman parte del llamado bosque esclerófilo, que regula las cuencas de los rÃos, absorbe agua alimentando napas subterráneas, evita riesgos naturales como deslizamientos de tierras y alberga una biodiversidad que incluye mamÃferos como el zorro, el puma, asà como numerosas especies de aves. Pero lo más común en la zona central de mediados de siglo será el matorral espinoso, un paisaje más seco, árido, parecido al que presenta actualmente la IV Región.
Más hacia el sur también habrá cambios en los bosques. A mediados de la década pasada, un estudio realizado sobre la base de los anillos de crecimiento de árboles por cientÃficos del Núcleo CientÃfico Milenio Forecos, de la Universidad Austral, habÃa ya sugerido que la distribución de la vegetación austral estaba sufriendo transformaciones importantes. Ahora, Patricio Pliscoff, académico del Departamento de GeografÃa de la Universidad de Chile y que participó en el estudio que encargó el Ministerio del Medio Ambiente, explica que según el nuevo análisis, especies nativas como el alerce, la araucaria y el ciprés de las Guaitecas (especies de conÃferas que conforman el llamado bosque resinoso caracterÃstico del sur de Chile) tendrán más dificultades para adaptarse al nuevo clima debido a sus largos perÃodos de vida.
¿Por qué? En 1993, el cientÃfico y lÃder del grupo Milenio Forecos, Antonio Lara, publicó una investigación que analizando los anillos de crecimiento del alerce descubrió especÃmenes que tenÃan 3.600 años de edad en el sur de Chile, lo que convierte a estos árboles en una de las especies más longevas del planeta. Debido a que las huellas del clima también quedan marcadas en el crecimiento de los árboles (si llueve menos, el anillo es más delgado y viceversa), estas investigaciones han permitido también comprobar que el calentamiento global es un fenómeno que se ha acelerado en los últimos cien años. Pero esta misma longevidad juega en contra de estas especies de bosque nativo chileno: no alcanzan a modificar su ADN con la rapidez suficiente que necesitan para adaptarse a un clima con mayor temperatura.
Ahora bien. El estudio de la U. Austral y el IEB también revela que todos estos fenómenos se pueden mitigar, en parte, conservando las pequeños concentraciones de bosques que perdurarán, para crear microclimas que aprovechen sus caracterÃsticas, en especial los de tipo esclerófilo. Por ejemplo: una zona de cultivo presenta menos temperatura si en su entorno existen estos bosques, ya que evaporan gran parte del agua que consumen, un proceso en el cual consumen energÃa del Sol y enfrÃan el ambiente. Desde hace cinco años que la académica de la U. Austral Olga Barbosa y su equipo del Programa Vino Cambio Climático y Biodiversidad, están trabajando en viñas para mantener "corredores" de vegetación alrededor de los parronales. "Ya se han sumado 14 viñas, con un total de 600 hectáreas como promedio, las que en su conjunto representan el 78% de las exportaciones", explica Barbosa.
Hay que agregar que, en contraste con otras especies como el pino y el eucalipto, que consumen mucha agua y saturan los suelos, los árboles nativos actúan como una suerte de "esponja": absorben el agua alimentando las capas subterráneas que alimentan vertientes y pozos.
DISMINUCION DE GLACIARES
Medidas como la mantención de los bosques nativos pueden resultar vitales, considerando que otra de las consecuencias de la disminución de precipitaciones y el aumento de temperatura es la pérdida de importantes reservas de agua, debido al sostenido retroceso que presentan los glaciares en todo el paÃs. Un fenómeno que los estudios muestran se ha ido acentuando: se estima que el 90% de los glaciares en todo Chile ha disminuido en mayor o menor medida su volumen. Andrés Rivera, glaciólogo del Centro de Estudios CientÃficos (Cecs), es uno de los expertos que más ha estudiado estos glaciares. Utilizando sofisticados instrumentos cientÃficos, las investigaciones en que ha participado han aportado evidencia para probar que el calentamiento global afecta con mayor fuerza a las zonas de altura, lo que contrasta con lo que ocurre en la zona costera. ¿Qué significa esto? El aumento de temperatura en las montañas implica que la lÃnea de nieve sube y que, como resultado, hay menos precipitación sólida, haciendo que el volumen y masa del glaciar disminuya.
De esto hay ejemplos dramáticos en la Patagonia, como el glaciar Jorge Montt, que durante el siglo XX retrocedió 20 kilómetros. En tanto, estudios realizados en glaciares en la zona del Cajón del Maipo muestran que éstos han perdido entre el 15% y 20% de su área en los últimos 60 años. El descenso proyectado en las precipitaciones que muestra el nuevo estudio de la U. de Chile tenderá a incrementar este fenómeno, pero Andrés Rivera advierte que todos estos análisis se basan en modelos de predicción, que pueden ser en parte mitigados por fluctuaciones interanuales del clima, como fenómenos La Niña y El Niño. "Son tendencias que se superponen con la variabilidad climática, por lo que no es que estemos ante un escenario de extinción, sino de disminución de áreas", dice.
LA MITIGACION
Lo que nadie discute es que con la disminución de lluvias y de glaciares se presentará un déficit en la disponibilidad de agua. Leonel Sierralta explica que uno de los sistemas que se proponen para contrarrestar este fenómeno es la construcción de grandes embalses a partir del agua proveniente del deshielo, una suerte de "reemplazo" de la función que hasta ahora cumplen los glaciares que desaparecen. La idea es que estos embalses puedan ir liberando agua de forma paulatina en los meses secos, ayudando a conservar saludables cuencas de los rÃos y manteniendo las reservas de aguas. Todo esto también ayuda a atenuar la desaparición de los bosques y a conservar los ecosistemas que los sostienen.
En el Ministerio del Medio Ambiente dicen que este estudio busca precisamente contar con información cientÃfica que permita adoptar polÃticas públicas que ayuden a contrarrestar estos fenómenos en el largo plazo: embalses, obras hidráulicas, sistemas de regulación hidrológica y mejoramiento de la red de canales de riego son algunas de las opciones a las que se puede acceder. "Las polÃticas cortoplacistas son insuficientes para tomar decisiones adecuadas para proteger nuestra riqueza natural", dice la ministra de Medio Ambiente, MarÃa Ignacia BenÃtez.
La ministra agrega que se contempla una estrategia de Estado para combatir el nuevo escenario climático, un plan que se llevará a cabo en conjunto con otros ministerios. Esta estrategia considera nueve planes sectoriales de adaptación y un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. "El plan del sector silvoagropecuario está terminado, el de biodiversidad está entrando en consulta pública. Los otros siete planes son: Turismo, EnergÃa, Pesca y Acuicultura, Salud, Infraestructura, Recursos HÃdricos y Ciudades", concluye la ministra BenÃtez.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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