Shakira y la obligación de mostrar la bondad

Cuando en las columnas anteriores hablaba sobre qué hacen dos figuras como Susana Giménez y Oprah Winfrey el gran tema que surgió fue el de qué se hace con la fama. No es cuestión de decir que si uno es famoso y rico tiene obligación de hacer algo con lo que tiene. Sin embargo es evidente de que existe la idea de que algo hay que hacer con todo eso, no en vano cuando una persona trasciende ciertos niveles de popularidad dedica parte de lo suyo a obras de caridad o programas de ayuda social. Ricky Martin, Shakira, Brad Pitt, Susana Giménez y hasta Matías Alé lo hacen, de un modo o de otro, cada uno a su nivel. El hecho de que se vean estos gestos con tanta frecuencia implica que la idea está presente.
Sea por vanidad o porque de verdad alguien quiere devolver a la sociedad la suerte que le tocó en la vida, la idea de que hay que mostrar al mundo que uno no se queda con todo lo que recibe aparece con frecuencia. ¿Oprah Winfrey tiene unos tres mil millones de dólares? Sí, pero mantiene varios programas sociales y hasta una escuela en África. ¿Susana Giménez llegó a cobrar un millón de dólares al mes en televisión? Sí, pero ayuda a la Fundación Favaloro y ha donado dinero a diversas obras. Esas mismas preguntas y respuestas se presentan en casi todos los casos de gente muy famosa. Es raro encontrar un caso de alguien público que no done nada de lo que tiene y se lo quede todo para sí mismo, de hecho el único caso así que se me ocurre es el de Ricardo Fort, pero no puedo asegurarlo.
La fama convierte a cualquiera en una persona pública, cuya vida privada ya no lo es tanto, sino que pasa a ser tema de valoración y opinión ajenas. El público no solo opina y juzga lo que hace alguien con su vida afectiva, sino que también lo hace con las cuestiones materiales. Un famoso es seguido por el público y lo que dice y hace tiene un efecto, y, en esa lógica, no es disparatado pensar en su responsabilidad social. Aunque no sea una ley ni una obligación, la idea está ahí, subyacente.

Fuente: El pais