¿Cambio climático lunar?
Con el renacimiento de la exploración espacial, surge la  preocupación por la ecología  extraterrestre 
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Huella  del astronauta del 'Apolo 11' Buzz Aldrin en la Luna.  NASA
JAVIER  YANES - Madrid - 10/08/2008 22:40
En  1994, la investigadora planetaria del University College de Londres, Julie Cave,  calculaba que cada una de las misionesApolo liberó en la Luna una  cantidad de gas equivalente a la totalidad de la delgada y dispersa atmósfera  lunar. Ésta, en realidad, existe, señalaba Cave, aunque su masa "no supera la  cantidad de aire que cabe en un piso de tres habitaciones". La científica  alertaba de que, aunque el gas adherido a la superficie acaba escapando al  espacio por la baja gravedad, un flujo intenso de misiones podría mantener una  atmósfera de humo de cohete en ciertas regiones de la Luna, como ocurrió durante  años después del Apolo 14.
La  advertencia de Cave llegaba adelantada al interés actual por la huella humana en  el clima terrestre, anticipando una peculiar forma de cambio climático en un  lugar donde, al menos hasta la llegada de los terrícolas, no había atmósfera ni,  por tanto, clima. Y si durante la carrera espacial eran dos bloques los que se  disputaban la conquista del satélite, hoy la Luna es objetivo de al menos seis  potencias y algunas entidades privadas.
En  2020 el ser humano pisará de nuevo el polvo lunar. Bases permanentes,  telescopios y otras infraestructuras comenzarán a alterar para siempre la faz de  la Luna, y la huella humana apuntada por Cave será sólo una de muchas  transformaciones; para algunos, ha llegado el momento de hablar de ecología  extraterrestre o exoecología, materia difusa que para otros es  simplemente una contradictio in termini: no se puede hablar de  ecología donde no hay ecosistemas.
El  último hasta hoy en suscitar el debate ha sido el filósofo medioambiental de la  Universidad del Norte de Texas (EEUU) Eugene Hargrove. Con ocasión de la  Conferencia de Ciencias Lunares de la NASA, celebrada recientemente en el centro  Ames, en California (EEUU), Hargrove impartió una conferencia titulada La conservación de entornos no  biológicos en el Sistema Solar.
El  filósofo reflexionaba sobre las posturas respecto a esta cuestión, rescatando  una hipótesis formulada por el científico y artista William Hartmann en la  década de 1980. Este investigador postulaba que, como ocurrió a comienzos del  siglo XX, se definirán dos bandos: "un grupo sostendrá que el uso de recursos  extraterrestres reducirá su explotación en la Tierra, optimizando los logros  medioambientales. El otro pensará que tal uso será sólo una continuación de la  explotación sin medida que ya ha tenido lugar aquí".
Ética selenita
El  texto de Hargrove subraya la dificultad de proteger, desde el mismo momento en  que hay que empezar definiendo qué se debe proteger. Hay un patrón de  comparación: la evolución de las actitudes hacia el medio ambiente desde que el  hombre occidental comenzó a extenderse por el planeta. Pero Hargrove zozobra a  veces: "La estética de la naturaleza comenzó con la apreciación de las montañas,  consideradas sublimes, en contraste con los objetos de arte, considerados  hermosos. Así se estableció una categoría entre lo sublime y lo hermoso: lo  pintorescamente hermoso". Hargrove trata de acotar el campo que comprendería ese  límite de lo conservable: paisajes bellos, extremos o de interés  científico.
Incluso  se puede hablar ya de valor histórico para los lugares de alunizaje de  las Apolo. Los soldados napoleónicos grabaron inscripciones en los  sillares de los monumentos egipcios. Si en su día fue vandalismo, hoy lo sería  destruir aquellas firmas. De igual modo, dice Hargrove, las huellas de aquellos  astronautas deberían conservarse intactas y protegerse del  deterioro.
La  Luna entraña, además, un factor cultural y sentimental. Su rostro ha acompañado  toda la existencia de la humanidad, y las obras de infraestructura o minería  podrían desfigurarlo para siempre. Si fuera inevitable alterar el entorno, el  filósofo sugiere crear obras paisajísticas. Hay opciones peores: algunas marcas  comerciales han posado sus ojos golosos en la que sería aseguran que la  tecnología ya lo permite la mayor valla publicitaria del Universo. Donde,  además, no hay nadie para cobrar un alquiler.
 
Un vacío legal en el espacio
Voces como la de Hargrove plantean la necesidad de una regulación  efectiva de la actividad humana fuera de la Tierra.  Jurídicamente, el espacio recibe un tratamiento similar a las aguas  internacionales. El estatus legal de la Luna se rige por el  Tratado del Espacio Exterior, firmado en 1967, que veta la atribución de  soberanía nacional por parte de los Estados, pero no hace ninguna mención a  particulares o a entidades privadas. Esta laguna ha sido aprovechada por algunos  para reclamar propiedades en la Luna, algo que lleva ocurriendo desde la década  de 1930. En EEUU, una marca de cereales de desayuno llegó a regalar pulgadas  cuadradas del satélite en sus paquetes. Entre las variopintas proclamas  de propiedad destaca el empresario Dennis Hope, que ha amasado una fortuna  vendiendo parcelas lunares. 
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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