Ilustración de Ricardo Fumanal.
14 de mayo de 2008.- Me encanta leer los folletos, manuales y libros de instrucciones de todo tipo de productos o bienes de consumo. Es una práctica heredada de mi madre, una entusiasta practicante de la automedicación que, con una simple lectura en diagonal y sin acabar las palabras excesivamente largas de un prospecto, en todo momento sabía qué medicamento le convenía a cualquier persona con algún síntoma fuera de lo común, ya fuera familiar o del vecindario. De momento, a pesar de hacer caso omiso a las campañas del Ministerio de Sanidad, sigue viva.
El caso es que el otro día os hablé de unas anillas desechables de Control, recientemente lanzadas al mercado. En el apartado de instrucciones del interior de la caja, curioso que es uno, pude leer: "Una vez utilizado, extraiga la cápsula vibradora del anillo, rómpala y separe la batería. Ésta debe ser depositada en un contenedor adecuado. El resto de materiales deposítelos con los residuos plásticos". Estupendo y ecológico consejo que demuestra que la responsabilidad con los juguetes eróticos no se termina cuando le das al botón "off".
La verdad es que no se me había pasado por la cabeza la necesidad de desguazar algo tan ínfimo después de su uso, pero bien mirado, tiene su lógica, al igual que hacemos con las pilas de otros electrodomésticos.
Lo cierto es que este tipo de actitudes ecológicas y sostenibles deberían aplicarse a otras cuestiones relacionadas con el mundo del sexo. El tema de los preservativos, sin ir más lejos.
Todavía recuerdo el apelativo que recibía un descampado situado en las cercanías del estadio del Barça, punto de encuentro para intercambio de fluidos corporales a gran escala, debido al montón de profilácticos que poblaba su superficie. 'La Condomina'. Sí, como el estadio del Murcia. Era una simple licencia humorística, nada que ver con la actual guerra del agua. Por aquel entonces llovía y el golf no despertaba tantas pasiones...
A lo que íbamos. Y hablando de agua. Puede parecer una obviedad recordarlo, pero todavía hay gente que usa el retrete como una papelera. Más de uno comete la imprudencia de tirar los preservativos usados al inodoro, con lo que el problema medioambiental está servido, puesto que los condones no son biodegradables y son sorprendentemente resistentes a la acción de las depuradoras de residuos. Luego vas nadando por la playa y te encuentras flotando más de uno. Por no hablar de los animales marinos que sufren las funestas consecuencias de ingerirlos al confundirlos con una presa. En serio, que parece una bobada, pero que tiene su importancia... O sea, que un nudito y a la basura. Nada de tirarlo por ahí.
Tal es el furor ecológico que está experimentando el mundo del sexo que hay quien está explorando nuevas vías para darle un toque natural a todo el merchandising sexual. Mis amigos de lajugueteria.com han tomado la decisión de eliminar de su catálogo todos los juguetes fabricados en PVC, gelatina y vinilo, en cuya composición hay ftalatos, unos compuestos químicos que se utilizan para ablandar el plástico y que pueden resultar nocivos para la salud.
Según la normativa de la Unión Europea en estas cuestiones, los juguetes eróticos deben estar fabricados en silicona, elastómeros y otros plásticos duros. Ni que decir tiene que también la industria juguetera sexual también ha tomado nota del tema. Menos mal.
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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